¿Para qué sirve una película como “Sin Nombre”?
Quizá para recordarnos esa realidad latente que pasa inadvertida en la rutina diaria. Quizá sirva para mostrar lo que la gente y las instituciones desean ocultar. Quizá sirva para ofrecer unos sentimientos que de otra manera no llegarían a superar un puñado de líneas de tinta en los rincones de las ediciones internacionales de los periódicos. Quizá sirva para enseñar cómo se mezclan los problemas sociales, y cómo el eslabón débil de la cadena busca hacerse fuerte ensañándose con el siguiente eslabón débil de la cadena. Quizá sirva para, una vez más, enseñarnos las dos caras la misma historia y decirnos que una no se puede explicar sin la otra. Quizá sirva para empatizar.
Quizá para que el director, los productores y los propios actores, “emigrados de primera” y sumergidos en la burbuja del entorno Hollywood, dejen constancia de la otra realidad que se vive en el territorio donde nacieron, la de los emigrados de segunda y tercera, la de los Sin Nombre. Quizá hayan usado la industria cinematográfica para hacer llegar esa realidad al gran público.
O quizá simplemente refleje la contradicción de gastarse cientos de miles de dólares en realizar una producción para contar un drama social. Quizá sea una contradicción el simplemente «narrar», sin «opinar». O quizá sirva para mostrar la contradicción de quienes miramos la película. La contradicción de una realidad que desprecia la cara sur frente a la cara norte. La contradicción de una falsa competencia global. La contradicción de vivir en un contexto supuestamente preocupado por las consecuencias de la inmigración, pero empeñado en no atender a las causas. La contradicción de, por un lado, quienes pretenden ser “cara amable” por ofrecer «soluciones» para paliar los efectos de la inmigración; y por otro, la contradicción en el auge del “rechazo”, la de la cara del desprecio, la de la xenofobia, la de la mediocridad emocional y el miedo patológico, la del fracaso racional, cuyo germen indispensable para su cultivo son el individualismo y la aporofobia.
Quizá la contradicción de una responsabilidad diluida, no por asumida, sino por compartida. Incoherente y contradictorio.
Sea lo que sea que ofreció “Sin Nombre”, no dejó indiferente a nadie, simplemente por estar tan de actualidad como la realidad misma.
Sergio M.
Fundación Cultural de Cercedilla
