
El pasado enero comenzamos el ciclo Sociedades en crisis con la película de John Ford, Qué verde era mi valle. Era 1941 y su película había derrotado en los Óscars nada más y nada menos que a Ciudadano Kane de Orson Welles. Imaginemos que aquel premiado director, envejecido por su propio mito, viene años después, en los cincuenta, a rodar a España. A la sierra de Guadarrama concretamente. Se trata de una superproducción histórica sobre Isabel y Fernando, tanto monta. Enésimo homenaje del cine dentro del cine, Macarena Granada (Penélope Cruz) la gran estrella americana de origen español, retorna a su tierra con el director John Scott para interpretar a la reina más jefaza y de golpe se reencuentra con el gallo negro de la España que abandonó, dura, afilada, pero también con los gallos rojos que sobreviven como pueden, entre bambalinas y películas confortables para el régimen de Franco. Esta película, que quería ser la secuela de La Niña de tus ojos filmada por Trueba en 1998, fue en verdad un fiasco cinematográfico monumental. La producción se desorbitó, la taquilla castigó, sufrió boicot ultranacionalista a causa de unas polémicas declaraciones del director, los críticos no tuvieron compasión. La Reina de España sería una de esas películas sobre la posguerra, “pasada de moda”, si no fuera porque tanto su argumento como su forma, deliciosamente coral (reparto de lujo) alcanzan hoy, pese a lo hilarante que resultan algunas escenas, una seriedad importante al tocar el nervio de un malestar social, colectivo, afirmado y negado al mismo tiempo, que atraviesa este país de costa a costa y quizá este fue el mayor atrevimiento de la dramedia de Trueba.